
Con el lisque tempranero, agilaba tío José a patacajones en su burra dispuestu á carpantear sus tierras posias. Tó los días se encaminaba por las bocacalles d'ajuera, asina evitaba racear las que estaban a tentebonete, dicía qu'a la burra la lucía cagarse en tó lo recién barrío y aluego, él se las tenía que ver con rabúas mujeres con grandes caldeos, enforruscás al guipar sus puertas emporcás con rechiflantes cagajones.
Pero la necesiá le jizo recular p'atrás, y al llegar a su puerta s´apeó de la burra, ató el cabresto a una argolla del jastial y entró con mucho sigilo, directo pa las cantaeras en busca de la fusca que quería…aprovechó el morral con la boruca que colgaba por un lau de la albarda y sin titubeos, lo que jizu jué metelu en el inte, aluego aspiró jondu ufano porque l´había conseguío sin que la tía Petra lo barruntara.
Tía Petra, desde el doblao, guipó a tío José e'nún cancho encaramándose a la burra y l'espetó:
- ¡¡Maríu!! ¿Qu´ha sío lo que se t´alviau qu´has güeltu p´atrá?
Cuandu tío José miró p´arriba y vió a su mujer pensó pa sus adentros:"Por cuantu se l´había d´haber escapau. Mira que es larga la joía mujer".Sabía qu´algo tenía que dicil.
- ¡¡Pó ná de importancia mujer…quéate tranquila!!
Y agiló de nuevu calle abajo pa la jesilla.
En ná que llegó, despojó al jumento de la albarda y tos los aparejos, y los colocó al cobijo d´un chufardo qu' había jecho al socuello de dos chaparros. Al ver a su chufletero vecino de linde agazapaíno tras un peñasco, to acurrucau y con una estaca en la mano, le dijo:
- ¡¡Pero Bartolo..!! ¿qué jaces asina, con esa tranca y en ese escondiche?
- ¡¡Cállate joer!! Que me lo espantas, qu´endinante he visto racear a un coneju y he guipao como se metía detrás de esas machorras.
- Asina que le tienes echáu el oju a un coneju desde lo lejus…¡¡No séas ceporro rediez!! Qu' ahí, aonde estás, no va a venir. Asina que espabila, que paices tú el animal asustao endetrás de la jurranchera….
- ¡¡Serás cascarrioso!! Agila aonde l´has visto racear y si quieres te jeche una manu y t´ayúe en jacer el trabaju, tendrá que ser bien pagau, y que menus que partir el coneju, una mitad pa cá uno, ya sabes el tratu. Esu, o te deju solitu, asina asustau.
- José, José, ¡joío polalma! No me vengas con envidia y ojerizas que si lo sé no te cuentu.
- Bartolo, ¡¡coile!! no creas que soy tan reveníu, sólo era una sanjuaná. Aunque una cosa te voy a dicir: asina, detrás y con un palu, me paice a mí vas a cazar tú mu pocu. Asina que ten allá ese sacu, y amus p´allá, y si vemus una madriguera pué ser que jaya algo, pero como furaco no haiga, te digo yo a ti, que eso que has visto racear a saber p´aónde habrá ío a parar.
Endispués había que verles a d´ambos dos agilar en carrefila, dando tranquillones con gran tolondogo, sin apenas respirar p´aonde estaba la machorra. El costal lo llevaba el Bartolo con la boca bien espampaná, empalestrándolo pa ponerlo en la jienda de la jurranchera. Endispués al llegar al sitiu dambos dos se quearon plantaos como bocatiesto al ver que allí no había ningún furaco, ni grande ni chicu, to lo que apaeció fue un delavón, que al notar ruío endilgó la juía arrastrándose y anaína si se mete en tós los pezuños del Bartolo. Menu mal que sólo le tocó de raspajilón y en el inte cogió tío José un peñascu y del chamcharazu que le jarreó le dejú con el bandul changurriao.
Pero tío José, que era mu guasón, en el caminu de güelta, en carrefila tras el Bartolo, cogió unas retamas qu'había por allí y l'atizó de refilón los zancajos, y empezó a gritar:¡¡velequile, velaile va!!
El Bartolo se puso colorao y con ajuncos, y en el inte, como un abanto, se tiró de bruce abrazándose con jansia al escobón que l´ había tirau a sus carcañales deseoso de que no se escapara el coneju. Endispués del chasco que se llevó, y al ver la broma que l´había gastau, se queó clisaito mirandu a tío José cabreau y dando arrapios.
Tío José, asina riendu decía:
- ¡Po no que m'estaba ya relamiendo ese arroz tan güeno con guiso de tu coneju! Asina que visto lo visto, jarreemos con los achiperres y empezaremus a lo que jemo veníu; a ver si achiscamos ya esto. La carpanta tardó poco en empalestrarse, y la sopista la burra no jacía gurrifatos con la besana. Asina pasaron dos horas, lo justito pa darse un merecío alivio. Por eso encabestró la burra al chaparro que aguantaba el chufardo, y se fue mu contentu, como un rasilete hacia el morral, a por lo que cogió endinantes de las cantaera: su paquete de picaúra. Tío José estaba enarbolaíto por jumarse un cigarrillo. Aunque con güena intenciones, la noche de ante, había prometió a su mujer que iba a dejar de jumar, y no veas lo chispoleta que se puso ella…
Pero algo falló cuando fue a echar mano al chisquero y vió que no estaba: "¡la madre de los acereones, que no traigo lumbre!! Y se espetó pa'onde estaba el Bartolo pa que le diera lumbre, el cual le mentó que el no jumaba y que no solía llevar. Asina que tío José se tuvo que retrancar, y al llegar, se llevó un sobresalto al ver la mocha la burra toa metía en el morral comiéndose la boruca, con la picaúra dentro. Por más que cogió carrenderilla por ver si conseguía salvarlu, no puo ser.
- ¡¡Ay que joerse!! Que destrosu…¿y ajora que jagu? Lo que ha liao la burra de los cojones…..Toitu está perdiu,…aunque bien mirau me está bien empleau, seguro qu´ha siu castigo de Dios por´haber síu tan malu.
Los ánimos de tío Jose s' arrengaron y cavilando pa sus adentros decía: “Algo bueno me tiene que enseñar tó esto a mí, y será, que si algo prometu, es de honrao no andar con trapacerías,…Mientras tanto, la carpanta seguía jincándose en la tierra. Anaína, la noche empezó a racear y mezuquear por las jesillas.
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